Debemos llegar a la idea de que el que hace más fortuna es el que enriquece más a la sociedad. Si uno entiende eso, ya no importan nada las diferencias de riqueza, porque las mismas las causan los consumidores. Ellos compran el producto que vende alguien y no compran el de otro alguien. Eso se produce en el plebiscito diario del mercado ¿Quién es entonces el estado para decir que las diferencias de riqueza son injustas? Pero si es la gente la que ha hecho más rico a una persona sobre otra. Además hay que tener en cuenta que la riqueza de uno no supone la pobreza de otro, al contrario, aboga por la reducción de la pobreza de todos en gran parte. Esto se produce siempre que estemos hablando de una economía de mercado. Si la actitud del gobierno es neutra respecto a las actividades económicas de la persona, entonces sí podemos decir con certeza: ese hizo fortuna porque enriqueció más a la gente. Entonces la plataforma moral de los que están diciendo que las diferencias de riqueza son malas, se derrumba. Porque lo que se quiere decir con esto es que toda la gente se equivocó al hacer rico a esa persona. Y ahí surgen pensamientos como el de poner un impuesto a ese rico para quitarle el incentivo de más trabajo ¿Y a quién perjudica esto? Perjudica a la gente que se ha beneficiado de intercambiar con él en vez de con otro. Una vez más se demuestra que la intervención del Estado en la economía causa problemas que no serían tales en un sistema libre.
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