En el tema de la rebaja o no de las condiciones del déficit yo creo que ocurre fundamentalmente una cosa y es el problema crucial al que nos enfrentamos todos los ciudadanos españoles: ir a Europa con estas cifras diciendo no vamos a cumplir, genera enormes recelos dado lo que ha pasado en Grecia. El problema es que decimos que para llegar al 3% en 2013 déjeme que en vez del 4,4 sea el 5,4% porque mire que mal me lo han dejado. Ellos piensan: ¿Y en 2013 con qué milonga me van a salir? Porque los griegos ya me la han hecho. No es solo Alemania, es que han empezado a entrar un montón de países: Luxemburgo, que también están hartos de ser los únicos que siempre cumplen con todo. No lo gritan tanto, pero es así. Y también Finlandia, Suecia, Austria, Holanda… tenemos por tanto ese primer problema. El gobierno español lo plantea de una manera que yo creo que en el fondo al final hay acuerdo, por debajo de la mesa, pero hay acuerdo verbal para dejarnos un mayor déficit. Pero hay mucho temor en las poblaciones de estos países, que nos ven como otro miembro del Sur de Europa fastidiando. Hace no mucho, cuando hubo el primer recorte, algunos miraron partidas presupuestarias que se dice que es tan difícil recortar 15000 millones de euros y recortaban hasta 88000 millones solo de los Presupuestos Generales del Estado Central, sin meterse en las partes que iban a las Comunidades Autónomas. Por ejemplo, en un apartado de misceláneas hay un subapartado de imprevistos y funciones no clasificadas en los Presupuestos de 2011 que suman 2063 millones de euros. Solamente en imprevistos y funciones no clasificadas. La transferencia a RTVE que hoy decía que tenía beneficios - supongo que para poder salir con la jeta de decir que tenía 29-30 millones de beneficios, debería haber descontado los 631 millones de euros que en el Presupuesto de 2011 se establecieron para RTVE con los dineros de todos los españoles-. Solamente estoy hablando de lo que controla el gobierno central. No me estoy metiendo con las Comunidades Autónomas, que sería otro asunto. Este es un momento muy delicado políticamente hablando. Se está jugando con la relación entre retórica y expectativas. Los políticos deberían saber que hay dos canales de comunicación, uno es la retórica y otro el entendimiento tácito. El entendimiento tácito entre todos ellos yo creo que a estas alturas está claro ya. Pero aquí hay muchos agentes con los que no estamos contando. Y no solo son los mercados, no se piensa en los votantes. No solo de los países que quizás en algún momento tuviesen que tomar decisiones para rescatarnos, sino en nuestros propios votantes. Este asunto de decir: vamos a dejarlo este año en el 5,4% no es una buena táctica. Yo creo que debería de mantenerse el 4,4%, que es lo que se ha dicho. Y después –Rajoy lo ha expresado muy bien- “Vamos a hacer todo lo que podamos”. La disposición a pagar más que el pago efectivo parece ser que es lo que hace que los mercados no maltraten a los deudores. Nosotros tenemos que mostrar disposición a pagar. Se ha instalado en general en la mentalidad de casi todas las sociedades occidentales un error que es muy antiguo, pero que posiblemente está impulsado por una mala interpretación de Keynes. Es la idea de que si contenemos mucho el déficit ahora, si hacemos un esfuerzo y rebajamos el gasto, nuestro crecimiento se va a ir al traste. Como si el déficit, el gasto y la acción de los políticos no hubiesen tenido nada que ver con la situación que vivimos ahora, cosa que es completamente falsa. Hoy he recordado un pequeño artículo del gran Bastiat. Bastiat hablaba de “Lo que se ve y lo que no se ve” en unos ensayos que llamaba Sofismas Económicos. Y dentro de ese “Lo que se ve y lo que no se ve” escribió un pequeño capítulo sobre el cristal roto. Me acordé leyéndolo de ese tipo que ha aparecido estos días en la prensa rompiendo cristales. Parece que romper cristales, romper cosas de la vía pública, destrozar Bancos… según calculan en Cataluña hay que reponer unos 15000 euros y parece que el PIB va a incrementarse en 15000 euros. Pero eso no significa que lo que ha acontecido estos días sea algo positivo incluso desde el punto de vista de la producción. Son errores que cometemos pensando que una caída fuerte del gasto público es mala. El problema que tenemos es que la gente en España no es consciente de las partidas y de lo que incluye el gasto público, Los Presupuestos. Aquí se lo conocen dos o tres personas y nada más. Muy poca gente ha controlado ese tema. Ese es el gran problema. Los políticos ocultan dos cosas: los impuestos que nos cobran, tratan de velarlos lo más posible. La percepción que suele tener la gente es que paga lo que más o menos paga en el IRPF y ni eso, porque algunos creen que les devuelven. Y tratan también de ocultar sus gastos. Otra partida de los Presupuestos: Cooperación, Promoción y Difusión cultural en el exterior. Pues no aparece en un solo ministerio. Hay dotación para Cooperación, Promoción y Difusión cultural en el exterior, en varios ministerios: Cultura, Exteriores… Es decir, estoy hablando de los Presupuestos Generales del Estado, sin incluir las Comunidades Autónomas. Es que hay que replantearse de nuevo cómo se financian muchas de esas cosas: empezando por la Universidad, continuando por la sanidad y siguiendo por las pensiones. Y también por los seguros de paro, porque creemos que es algo que nos dan de fuera, y en realidad los pagamos cada uno de los trabajadores. Por tanto, una caída del gasto público no significa una reducción en la tasa de crecimiento tan automática como la gente se cree. Esa es otra herencia keynesiana que hay que destruir. Es más, sin una caída drástica del gasto público no se puede asegurar un crecimiento sostenido a largo plazo. Cuando uno mira la economía, cuando se trata del consumo privado sabemos o intuimos qué es lo que gobierna el consumo privado. El consumo privado está gobernado por los precios, la renta disponible de las personas, los gastos y las expectativas que cada uno tengamos sobre el futuro, nuestras vidas… y no necesitamos saber mucha microeconomía para tomar decisiones. Calibramos los precios, sabemos nuestras rentas, tenemos intuición, tenemos expectativas y compramos o dejamos de comprar ¿Por qué no ocurre eso con el consumo público? ¿Qué quiere decir consumo público? Naturalmente no todo el consumo público son bienes y servicios finales para los ciudadanos, pero la mayor parte de ello sí. Estamos hablando de educación, sanidad, movilidad, energía… todas esas cosas que todos los políticos juran y perjuran que no se pueden tocar. La pregunta es: ¿Por qué no se pueden tocar? ¿Por qué no se puede acercar el consumo público a un sistema de precios o parecido a los precios? ¿Por qué la sanidad no se puede acercar a un sistema de precios? ¿Por qué no se le puede llevar a la gente a través de mecanismos a un sistema que haga sentir a la gente lo mismo que siente cuando compra comida por ejemplo? Solo hay una razón: los políticos dicen que no se toca. En todos los países similares al nuestro hay un sistema que no es un sistema de precios, pero casi: el copago ¿Por qué la negativa a introducir un copago aquí? ¿Por qué no se habla de esto? Más tarde o más temprano nos tendremos que plantear todas estas cosas.
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