Una de las distorsiones más grandes de nuestro tiempo ha sido la mutación registrada en la palabra derechos. El derecho tradicionalmente es un sistema de normas que surge evolutivamente a medida que los ciudadanos vamos estableciendo contratos con nuestra propiedad. Entonces surgen derechos y surgen obligaciones. Si yo compro una casa tengo derecho a tener esa casa y el que vende tiene derecho a obtener mi dinero a cambio y al revés. Son derechos que se van generando en los tratos y contratos de los ciudadanos en sus transacciones voluntarias. Esto en nuestro tiempo ha cambiado de manera muy radical. Aquí de lo que se trata es de que ya la gente no tiene derecho ella, no genera derechos en sus tratos voluntarios, sino que el derecho es algo que tiene el Estado y este confiere esos derechos o no. El cambio de una situación de derecho a otro es radical. En la vieja noción de derecho, en una transacción voluntaria el Estado no tiene porqué intervenir. Si alguien tiene su casa y otro alguien tiene dinero, se hace la transacción. En cambio si se tiene “derecho a la vivienda”, así en abstracto ¿Qué hace el Estado para dar una vivienda? Tiene que obligar a otros a que la paguen. Por eso el primer derecho, el derecho clásico, es compatible con la libertad. Mientras que los segundo derechos, llamados no por casualidad “derechos sociales” son gravemente incompatibles con la libertad.
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